viernes, 10 de mayo de 2019

sábado, 13 de abril de 2019

De idas y venidas




El taxi llegó a la plaza, apagó la luz verde del techo y abrió una puerta lateral. Treinta segundos después la cerró, encendió el piloto verde y reemprendió la marcha. Por su tubo de escape transmitía el mensaje de lo harto que estaba ya de hacer viajes en balde.
 

lunes, 25 de marzo de 2019

El chicle



Tiene el pelo lacio de color castaño, recortado sobre los hombros. Luce falda de tablas por encima de las rodillas, calcetines largos de color azul oscuro y zapatos negros. Cuando no fuma mastica chicle sin parar, mientras consume la distancia que separa su portal de la verja del colegio. Siempre va sola, camina de forma garbosa tratando de imitar a las chicas de las pasarelas, sólo que en lugar de lucir delicados modelitos de alta costura, luce una mochila llena de libros que le hacen doblar el cuello hacia un lado, para contrarrestar el peso de la cultura en el hombro contrario. Al dar una calada, baja la mirada, para que se vea su buen gusto en el rimel. A nadie mira a los ojos, pero se sabe observada y eso le basta y le sobra para complacer su ego. Durante el trayecto suele sonarle el móvil dos o tres veces, y puede oírse su cálida voz contestar con firmeza y sin el menor atisbo de rubor. El obrero de casco amarillo tiene agotado el repertorio de frases ocurrentes, y aunque sus compañeros le animan para que no decaiga su ímpetu, ya está pensando bajar a la calle y esperarla a pie de obra, para decirle algunas cosas con más intimidad. En su mano lleva un chicle, con el que piensa conquistarla.

miércoles, 27 de febrero de 2019

El velo



Volaba por el espacio confundido con una hoja de periódico; se fue a posar en la cabeza de una anciana que entraba en la iglesia que se distraía leyendo la frase “para hablar con Dios no hace falta el móvil”. A la salida del culto, un remolino le hizo recuperar el vuelo y se lanzó a la aventura junto con una bolsa del Lidl. Se alejó por tejados y azoteas descendiendo suave hasta posarse en el tocado de una novia, que salía del coche nupcial para iniciar la sesión de fotos en el parque. La emoción del momento le hizo pasar desapercibido, ni el novio ─que se fundía ojos con ojos─, ni el fotógrafo ─que preparaba el teleobjetivo─, se dieron cuenta de la llegada del intruso, hasta que la madre (de la novia), se percató del evento, lo estrujó entre sus manos y lo lanzó todo lo lejos que pudo; quedó prendido entre las ramas de un paraíso hasta que un día ─como si nada─, cuando pasaba por debajo del árbol Aziza, cayó sobre su hombro acariciándole suave el rostro.

martes, 5 de febrero de 2019

El bando




Los niños jugaban al futbol con una pelota tan rebelde, que al recibir un patadón, jamás tomaba la dirección de la portería. Tenía especial predilección por la bandeja de los camareros y los sombreros de las señoras. Por eso en aquella plaza el alcalde hizo colocar un bando, en el que se prohibía expresamente, solicitar la presencia del camarero y sentarse a la mesa con la cabeza cubierta.

lunes, 14 de enero de 2019

En el último suspiro



La mujer extrajo del baúl el negro farol que habría de iluminar el gris de la lápida. Lo limpió, le dio barniz y escamondó el cristal para que brillase toda la noche. Introdujo una vela en su interior y cogió una cerilla para prender la mecha. La vela no iluminaba. Cambió la vela, consumió la caja de cerillas y probó suerte con un mechero. Se le agotaron las velas. Probó con una lamparilla de aceite, pero al cerrar la puerta de la farola, se apagó. Rebuscó y halló un artilugio chino, de luz permanente que simulaba una vela, pero no tenía pilas. Se acordó de una iluminaria cilíndrica que acumulaba luz y se hacía visible por la noche. Agarró el farol, se cubrió con la negra mantilla y cuando llegó al cementerio ya era de día.